miércoles, 19 de octubre de 2011

"El mundo del Bebé se hace añicos; nada más nacer; si se lo separa de su madre" (Michel Odent)

Para el bebé, no es lo mismo la cuna térmica o la incubadora, que su madre. Ni es lo mismo sus primeras ropas -por más suaves y calentitas que sean- que la piel de su mamá. Ni cualquier otro cuerpo humano, que el cuerpo de su madre. Los bebés -como la psicología neonatal ha demostrado- tienen conciencia, memoria y recuerdos desde antes de nacer. Hay estudios científicos que demuestran que la criatura distingue la leche de su madre de otras leches; la voz de su madre de otras voces. Sin dudas, también es capaz de reconocer el latido del cuerpo materno, como un sonido tranquilizador y seguro. También es capaz de distinguir la lengua materna, de otras lenguas.

La criatura humana nace con un cerebro inmaduro en su capacidad neurológica superior. Algunos de sus órganos y sistemas no se han terminado de formar. Ni siquiera; como otras crías de mamíferos al nacer; podemos mantenernos en pie; ni mucho menos, sobrevivir solos. Todos nuestros recién nacidos son “prematuros” en su maduración neurológica y sensorial. El embarazo humano debería durar entre 18 y 21 meses para que el bebé tuviera la habilidad de sobrevivir por sí mismo.

Durante los 9 meses de gestación del Ser Humano, se suceden una serie de fenómenos biológicos que consolidan el más maravilloso y complejo estado de “simbiosis” entre el bebé gestado y su madre, que hará que el recién nacido reconozca de inmediato el cuerpo materno como su habitat natural; para renovar y continuar esa simbiosis que se inició en el útero. El recién nacido posee un programa neurológico que lo hace reconocer al cuerpo materno, como su lugar natural para continuar su crecimiento y maduración. En la madre, si no es interrumpida en los momentos inmediatos al parto, se desencadena también un fenómeno paralelo de embelesamiento por su recién nacido, sellando así un fenómeno universal llamado “impronta” que la lleva a permitirse el placer de convertirse en el regazo natural de su criatura, fundiéndose cuerpo a cuerpo con su bebé. El periodo posterior al nacimiento es; biológicamente; una continuación de la gestación intrauterina y por eso debe proseguir el estado de simbiosis de la madre y la criatura. Esto se llama “fenómeno de fetación”, “gestación extra-uterina” ó “éxtero-gestación”. Durante esta exterogestación, la unión madre-criatura se garantiza no sólo por un amor intenso -llamado “APEGO”-, sino que también es una atracción biológica, propiciada por el sistema neuroendócrino del bebé y de la madre. Para la criatura, la relación con la madre es de una intensa atracción hacia el cuerpo materno y el deseo de habitarlo. El pequeño ser humano sólo necesita ese habitat para recuperarse del nacimiento. Sabe reptar, buscar el pezón y mamar; allí tiene calor, nutrición, seguridad, bienestar. Su sistema neuroendócrino se regula en sincronía con el de la madre para regular su metabolismo, su ritmo cardíaco, su respiración y su temperatura corporal

Actualmente -salvo raras excepciones- el Sistema Médico de Atención al Parto, separa a las criaturas del cuerpo de sus madres de forma rutinaria al nacer, cortando el cordón rápidamente y llevándolo aparte para su examen físico, como si no tuviera la menor importancia. Incluso se los separa durante un tiempo variable para observación, para calentarlo, para que la madre descanse, para que se recupere de la anestesia... Y se los separa también después si se pone amarillo, confinándolos a una incubadora bajo luces fluorescentes, sin que su madre pueda estar con el bebé continuamente; salvo por momentos; para amamantarlo cada 3 horas. No se admite la presencia continua materna al lado de las incubadoras en las Unidades de Neonatología.

Los bebés al ser separados de la madre responden con lo que se llama “protesta de desesperación”. Todos los bebés al ser separados de su madre, lloran ininterrumpidamente para conseguir reunirse con ella. El recién nacido sólo percibe dos posibles alternativas: o estar con la madre o estar en otro lugar. Si está en otro lugar, el sistema neuroendócrino y neuromuscular, programados para continuar con su crecimiento extra-uterino se cierran y se activa el llanto desesperado”. Es una llamada de supervivencia. Sólo dejan de llorar cuando ya no tienen fuerzas para seguir haciéndolo. El llanto prolongado provoca estrés y el bebé estresado cae en la desesperación. Un recién nacido separado tiene; a las 6 horas de nacer; el doble de cantidad de hormonas del estrés, en comparación con aquellos que han permanecido en contacto piel con piel con su madre. Clínicamente se ha comprobado que la separación altera; en la criatura; el programa neuroendócrino previsto, sustituyéndolo por otro programa -especializado para los estados de alerta- produciéndose así altas tasas de hormonas asociadas al estrés, que a su vez alteran el metabolismo, el ritmo cardíaco, el respiratorio y su temperatura corporal. La temperatura del bebé desciende, para ahorrar energía y poder sobrevivir más tiempo solo; la frecuencia cardíaca se hace inestable y la respiración se convierte en periódica. Se hace entonces necesaria la presencia de la tecnología médica para estabilizarlo: la incubadora.

Las mujeres que han vivido la gestación simbiótica y sentido la conexión interna entre ellas y su bebé, también sienten la separación como un desgarramiento de sus propios cuerpos. Puesto que la atracción es mutua, podemos imaginarnos entonces el sufrimiento de la criatura correlativo al de la madre, frente a la separación.

Aunque la vitalidad humana y nuestra capacidad de supervivencia son grandes, a veces la negación del cuerpo materno y los cuidados sustitutivos no dán bienestar a la criatura, produciendo consecuencias graves a corto, medio y largo plazo; sobre todo cuando se subestiman o se obvian las llamadas de supervivencia. Estudios clínicos, neurológicos, epidemiológicos y psicoanalíticos confirman la correlación entre las perturbaciones del apego de la criatura, en la etapa perinatal -primer mes de vida- con diversas patologías en la edad adulta; y; concretamente, se han hecho recientemente estudios que muestran la gravedad de la separación inmediata de la criatura de su madre.

La OMS, la UNICEF y las Sociedades de Pediatría Internacionales, aseguran que nunca debe separarse a la criatura de su madre. Incluso, recomiendan enfáticamente NO separarlos, si el nacimiento se produjese por cesárea. Tal separación sólo es justificable en las más extremas circunstancias; incluso hablan de esta separación como una violación del cuerpo de la criatura y de sus derechos como ser humano.

Fuentes consultadas: "Manifiesto para la recuperación de la Maternidad" España 2006. El concepto del continuum -Jean Liedloff- La cientificación del amor -Michel Odent- "Iniciativa Hospital amigo de los Niños"